Borgund, la iglesia de madera que resiste al tiempo

La iglesia de Borgund, en Noruega, representa la mayor muestra del ingenio humano para llevar a cabo inmensas ideas sin importar las condiciones ni los elementos de los que se disponga.

Es, en efecto, una de las últimas Stavkirkes que todavía permanecen en pie de las miles que alguna vez existieron distribuidas en todo el planeta.

Las Stavkirkes fueron iglesias medievales construidas sin usar ni un solo clavo, la madera y la habilidad de los carpinteros eran los únicos elementos de los que sus constructores requerían para erigir estos ficcionales y lúgubres templos por cientos de años. A día de hoy, tan sólo 30 iglesias de este tipo quedan en todo el planeta, pero la de Borgund alza su estandarte por encima de todas. Entre los fiordos noruegos, en medio de paisajes épicos pero hostiles por sus fuertes nevadas en invierno, esta iglesia de madera se mantiene fervientemente en pie desde hace 800 años. Sus tejuelas del techo, las arcadas, puertas y paredes intactas parecerían haber sido custodiados incondicionalmente por las cuatro cabezas de dragones en forma de gárgolas desde ese entonces.

Su interior, milagrosamente, continúa el legado de la apariencia externa. Altares de piedras, pilas bautismales, y anchos pasillos siguen sosteniéndose firmemente, inmunes al paso del tiempo. Una particular situación que pocas veces ha sucedido en la historia: Ni los inviernos nórdicos, las lluvias torrenciales o los fuertes vientos a lo largo sus 8 siglos de existencia fueron suficientes para lograr destruir, o dañar de forma significativa a una simple estructura construida únicamente con madera de los pinos que crecen a su alrededor.

Lo que más impresiona a quien ingresa, es el hecho de cómo el paso de los siglos ha respetado la integridad de su diseño original. Las tallas en madera, con sus intrincados detalles y motivos, siguen siendo tan nítidas como en el día de su creación. Las leyendas locales hablan de habilidades casi mágicas, transmitidas de generación en generación, que permitieron a los carpinteros de entonces crear estructuras que desafían el tiempo.

Además, la ubicación de la iglesia añade otro nivel de misticismo. Rodeada por un paisaje natural que cambia drásticamente con las estaciones, la iglesia de Borgund parece cobrar vida en cada uno de estos escenarios. En verano, los días largos y luminosos realzan su presencia robusta y serena. Durante el invierno, la nieve cubre sus tejados y el viento aúlla entre las gárgolas, creando una atmósfera casi sobrenatural. Esta conexión con la naturaleza, junto con la durabilidad de su construcción, convierte a la iglesia de Borgund en un testimonio viviente de la capacidad humana para armonizar con el entorno y construir algo verdaderamente eterno.

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