Durante siglos, las ballenas fueron cazadas sin tregua en todos los océanos del planeta, llevándolas al borde de la extinción. A mediados del siglo XX, la expansión de la industria ballenera las sumió en una situación crítica, con sus poblaciones disminuyendo a un ritmo alarmante. Fue en ese momento que un biólogo marino, Roger Payne, decidió dedicar su vida a salvarlas.
En 1967, Payne viajó a Bermuda, donde conoció a un ingeniero que había captado unos misteriosos sonidos en el mar. Intrigado, Payne organizó una expedición para investigar más a fondo. Durante esta expedición, interceptaron un grupo de ballenas, y cuando Payne se puso los audífonos para escuchar los sonidos del océano, lo que escuchó cambió el destino de estos magníficos seres para siempre.
“Me tomó completamente por sorpresa“, recordaba Payne. “Empecé a escuchar espectaculares y virtuosos despliegues musicales. Era una sensación profunda que penetraba como ninguna otra cosa que hubiera escuchado”. Lo que había descubierto eran los cantos de las ballenas, melodías complejas que revelaban un comportamiento fascinante.
A medida que la investigación avanzaba, Payne descubrió que estos cantos eran mucho más intrincados de lo que se creía. Cada grupo de ballenas tenía temas musicales únicos, y estos cambiaban con cada temporada. Payne relataba cómo, cuando una ballena lo veía, inmediatamente se callaba y comenzaba a investigarlo. “Cuando reanuda su canto, se siente una gran fuerza vibrante en el pecho que provoca temblores hasta en los dientes. Era tan intenso que me preguntaba si era capaz de soportarlo”, explicaba.
Cautivado por estos cantos, Payne decidió compartir este descubrimiento con el mundo. Propuso lanzar un disco recopilando estas melodías submarinas, y la respuesta fue inesperada: millones de personas se maravillaron con los sinfónicos cantos de las ballenas. El disco se convirtió en la grabación de naturaleza más vendida de todos los tiempos, ayudando a cambiar la percepción pública sobre estas criaturas